Una cosa es hacer lo que te gusta y querer ser tu propia jefa, otra muy distinta es crear un negocio. El 2011 me cayó este veinte, me empecé a cuestionar si tener una agencia de publicidad era mi sueño, cómo me veía en el largo plazo, qué tenía que hacer para que mi agencia fuera rentable, próspera y diferente.
Lo primero que se me ocurrió fue tomar un curso de finanzas. Me inscribí a cuánto curso encontré porque según yo, el problema era que no sabía manejar los dineros. Aunque sí necesitaba entender bien la lógica financiera, fue hasta mucho tiempo después que entendí que crecer a Levadura agencia, implicaría más que solo saber administrar.
Mi búsqueda incesante por profesionalizarme como emprendedora, me acercó a clientes nuevos y personas muy valiosas que aún considero amigos de Levadura. Algunos espacios de encuentro fueron la Incubadora de Empresas del Tec de Monterrey en la época que fue dirigida por Victor Melgarejo, así como también las Networking Nights.
También ese año fue mi debut como mamá. Empezaron a coexistir los planes de crecimiento para Levadura agencia, con la tarea de nutrir y criar a una pequeña bebé. De forma natural, fui analizando conceptos como balance, maternidad compartida, espacios de trabajo y más. Para mí, el tiempo laboral no se ha hecho menos, pero este es el primer año que me siento realmente enfocada.
